Acabo de terminar el libro 'En el desierto no hay atascos'.
No me explico aún qué me impulsó a leerlo, pues no me gustó ni el título ni la portada.
Sin embargo, he de reconocer que el desierto tiene algo especial y uno espera de sus 'hombres azules' una singular forma de ver la vida.
Pues esta vez no ha sido la buena.
Quizá he pecado en establecer comparaciones constantes con 'arenas de arabia' de Wilfred Thesiger, cuya principal virtud residía en una observación sincera de virtudes y defectos de la sociedad del desierto y una justa valoración de los conocimientos increíbles, necesarios para sobrevivir en condiciones extremas.
Los capítulos describían viajes, vivencias y personajes.Cada uno adquiría su particular relieve,desarrollo y color a la luz de los acontecimientos y sus costumbres, ajenas al protagonista, se comprendían a la luz de explicaciones naturales. Pasaban de ser rarezas a ser adaptaciones.
El caso del libro de Moussa Ag Assarid es bien distinto. Capítulos muy cortos, normalmente alrededor de algún hecho o personaje que le sorprende o disgusta de la sociedad francesa, a la que ha llegado desde su desierto natal. Suelen ser problemas analizados desde una óptica donde los occidentales, amargados por cosas banales, no son capaces de ver en su interior o extraer de la sabiduría tradicional que rebosa en este 'connoisseur', la forma correcta de enfocar las preocupaciones.
Frases como 'Vosotros vivís las horas, yo el tiempo' suenan a libro de autoayuda ( aunque fuesen ciertas) y las sentencias al final de cada capítulo son dignas del peor Coehlo. Un ejemplo:
'aprendo a volver hacer brotar la fuente de lo que, en lo más profundo de mi ser, soy, para subir más alto todavía'
Me ha parecido un fracasado intento de imitar a khalil Gibran, a quien por cierto cita con gran admiración. En este aspecto justo es reconocer que hay constantes elogios al libro 'El principito' y a su autor, así como a lo bien provisto de las bibliotecas en Francia.
En fin, no lo recomiendo.