Se dice de los viajes que pueden ser 'viajes al interior de uno mismo', 'viajes iniciáticos' ,'descubrimientos personales'.Si uno lee los libros de
Charles Nicholl 'La ruta de la coca' y 'Fronteras' de 1985 y 1989, respectivamente, se plantea si los viajes no podrían ser también calificados como 'rutas cortas hacia comisarías'
Efectivamente, no sabemos muy bien cómo, en cada una de las ocasiones se enreda el hombre en aventuras con pretextos iniciales periodísticos, cuya evolución se vuelve más y más incierta,a veces relacionándose y pululando alrededor de personajes del lumpen, otras en franca comisión de delitos, descritas por lo demás con sencillez y sin pretensión de galantes aventuras.
En 'La ruta de la coca' se suceden situaciones tan ridículas que rayan lo absurdo y dotadas de esa credibilidad de las cosas que imaginas y planificas de una forma y salen como salen, tan típicas de la vida diaria...del vendedor de coca, al menos.
'Lanzó el maletín por encima de la puerta. Yo traté de devolvérselo. Levantó un gran puño y me maldijo. Yo retrocedí, agarrando el portafolios. Sin pensármelo, hice lo que todo el mundo cuando tiene polvo de cocaína entre los dedos.Me estuve llevando las manos a las narices y esnifando coca como si fuera rapé. Lo hice una docena de veces. El maletín estaba limpio, pero , al regresar al pasillo dando tumbos comprendí que había dado otro paso en falso. Recuérdese que se trataba de Snow White pura. Conforme fui regresando por las puertas batientes, había crecido hasta llegar a los tres metros y tenía la cara de hielo. Bailaba en el aire, y aún me quedaba un maletín completamente lleno de droga. '
La ruta de la coca. Charles Nicholl.
En Fronteras, libro que compré cinco años antes pero leí justo después del anterior, uno debería estar acostumbrado a las andanzas del sr Nicholl, pero he de reconocerlo, siempre supera mis expectativas.
'En parte , lo lamentaba por él; pero la verdad es que lo que más deseaba en aquel momento era que no estuviera en mi habitación, que no llorara sobre mi hombro, no tener que cumplir con mi dudoso deber de guiarle como a un oso ciego entre las ruinas de su "fiestecita privada" en Bangkok.
Apoyó los codos en las rodillas y la cara en las manos.Creí que iba a vomitar, pero en vez de hacerlo, soltó una especie de risotada y dijo:
-Creo que es la mamada más cara de la historia, ¿eh?
Y, dicho eso, se dejó caer lentamente de lado en mi cama, encogió sus enormes piernas blancas, susurró algo para sí en alemán y se quedó dormido. Vi el amanecer. Del solar vacío de abajo llegaba el trino de un pájaro.Intenté dormir en la butaca pero ni siquiera era cómoda para sentarse. Al final me calmé, y así es como acabé mi primera noche en Bangkok, acurrucado junto a un vendedor de piezas para automóvil de Düsseldorf de noventa kilos.'
Dicho esto, no dejen de leerlos si tienen oportunidad.