Por fin vería a uno de mis héroes intelectuales, el filósofo español Jesús Mosterín.
Acudía a un debate con la periodista Mónica G. Salomone que ha escrito 'Morir jóven, a los 140 ' al alimón con María Blasco, eminencia española en la investigación del cáncer.
Se presentaba como una ocasión de altos vuelos, merced a los hechos planteados brevemente por la periodista : a saber, que probablemente estemos hablando en breve de prolongar la vida, con una fase final de la misma más libre de enfermedad.Que los avances para mejorar la fase final de la vida pueden traer como consecuencia prolongarla y que existen organismos cuya trayectoria vital no coincide con la nuestra, no presentan esa larga fase de decadencia final.No eludió presentar la contrapartida, el vértigo de la idea de no morir (cuando es 'lo natural') y los desafíos añadidos que representa en un mundo enfrentado a los efectos del cambio climático.
En la réplica Jesús Mosterín habló de que lo importante es 'vivir bien', no 'vivir más' y presentó a escarnio público la ridícula idea de inmortalidad. Nada es inmortal: rocas, montañas, estrellas desaparecen.
Esperaba encontrar una réplica contundente : lo que es técnicamente posible se hará y lo interesante es debatir cómo y cuánto influirá.
No fue así.
El debate se encasilló en la escolástica de debatir sobre la ridiculez del infinito cuando se habla de fenómenos materiales y no matemáticos, la idea - natural y compartida por todos, imagino, pero incapaz de aportar nada a lo que ya sabemos - de vivir bien y no morir sufriendo y alguna débil réplica de M. Salomone que no se atrevía a contravenir claramente al filósofo y tampoco pudo o supo reconducir el debate hacia el principal punto ¿Puede conseguirse prolongar la vida - hasta los 140, por ejemplo-? ¿y qué pasa si se puede lograr?
'No se alarga la vida de los individuos, se alarga la vida media porque hay menos muerte infantil'. Idea cierta y esperable la del filósofo, si fuese un debate con un sociólogo sobre sus datos actuales, pero no confrontado a ideas científicas nuevas.
Esperaba encontrar no solo pensamiento claro, sino ideas nuevas y lucidez. Encontré algo parecido a un sermoneo en que no me hubiese extrañado entreoír 'paparruchas' en medio de una crítica a las 'moderneces'.
Mi pequeña venganza al maestro: con el Tipler y su 'punto Omega' que tanto le divierte.
Poseído totalmente por el espíritu de la escalera, le respondo ahora maestro, lo que no me atreví en su momento :
- No se atuvo a los hechos científicos ni se interesó por las explicaciones de una colaboradora de la más prestigiosa investigadora de cáncer en España
- No preguntó a la audiencia cuántos de ellos estaban de acuerdo con 'vivir jóvenes hasta los 140' , hubiesen firmado todos
- Intentó ridiculizar la anterior afirmación estableciendo la comparación del 'brazo infinito' un brazo absurdamente largo que pierde su funcionalidad por su misma prominencia. Estoy seguro que, si no yerra el apéndice, muchos hubiesen matado por uno.
Indudablemente no me atreví a responderle, tampoco a perdirle tantos autógrafos como libros suyos tengo