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martes, 20 de julio de 2010

Jugoso verano

Me ha tocado un verano de duro y estresante trabajo.

...Sabía que no debía haber colocado esa frase la primera.Ahora que sólo quedan los lectores empedernidos, puedo continuar con lo verdaderamente enjundioso.

Estoy de tribunal de oposiciones y he perdido un mes de vacaciones trabajado el mes de julio, decidiendo el futuro laboral de los opositores.
Opositores y examinadores hemos tenido, seguro, mejores veranos.

Pero no ha sido todo largas jornadas de nervios y trabajo. También he aprendido mucho de mis compañeros de tribunal, de los examinados y de las reflexiones intensas sobre el quehacer diario en la labor docente fruto de mi obligada tarea de examinador.

¿Es esto todo? No.
... Secretamente, lo mejor que guardo para mí, son las largas cenas de final de jornada o los almuerzos antes del fin de semana, cuando pudimos disfrutar de una buena comida y mejor conversación.

No hemos hablado mucho de libros, pero tengo un compañero experto enólogo cuyos apreciados comentarios y cuando menos, excelentes recomendaciones, han regado de ambrosías - ya fuera de las soleadas parras del país o bien escogidas allende el mar, tibias vides - nuestras opíparas sentadas.

Leyendo al maravilloso Gerald Durrell, de 'El jardín de los dioses' he tomado un párrafo donde sus precisas y sonoras palabras dan cumplida justicia, más de la que pobremente he exhibido hasta ahora, a los paladares gozosos de los caldos degustados.

'El ruido de las bebidas era vigorizante. Saltaban los corchos del champán, y el pálido líquido, de color crisantemo, caía silbando en las copas con gozoso susurro de burbujas;El robusto vino tinto se derramaba gorgoteando, espeso y carmesí como la sangre de un monstruo mítico, y en su superficie se hacía una arremolinada corona de burbujas rosadas; el glacial vino blanco entraba en la copa de puntillas, con voz aguda, brillando ora como diamantes, ora como topacios; el ouzo se mostraba diáfano e inocente como la orilla de un lago de montaña hasta que el agua se precipitaba sobre él y la copa entera se cuajaba como un truco de ilusionista, enroscándose y emborronándose en una nube estival de blancura de piedra de luna'

Quién, aun cuando fuese bajo etílicos efluvios, no soñaría con encontrar palabras tales dentro de sí. ( y poder recordarlas luego, claro :)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Preciosas palabras. Ya me gustaría a mí escribir así.

Un saludo.

wraitlito dijo...

Tenía el primer libro de la trilogía de Corfú, me animé a leerlo tras un excelente consejo
Saludos