Espoleado por los amigos ( F.F., al menos) que constantemente me asatean con la necesidad de volver a publicar - publish o perish, ya lo dijo
M. Spivak - he recordado un borrador que tenía por ahí perdido.
Espero no estar repitiéndome.
Aclarar que no es - al menos no únicamente - la pereza la que me tiene como ausente que como todos ud. saben, es cuando más gusto, como
decía el poeta : existen motivos de tipo práctico, como la lejanía física a cualquier medio de conexión.
[...]
A veces como por casualidad, vienen fogonazos a la memoria que relacionan lejanas lecturas ¿Dónde había visto esto?
¿ No se la había ocurrido a alguien aquello ya?
Eso me suena ...
Son frases que seguramente todos podríamos decir.
En uno de esos breves
insight al hilo de una entrada anterior y relacionado también con la
conferencia sobre divulgación científica y las palabras del
Sr.
Erik Stengler Larrea, he recordado dos textos de
archiconocidos divulgadores en los que ambos reflejaban la necesidad de conocimiento, de la fascinación de las leyes naturales en dos personas que en este caso no han tenido la oportunidad de estudiar y han caído en las garras de la superstición.
Asimov, en uno de sus relatos que no consigo recordar - ¿Azazel quizá? - :
un taxista se pelea con alguien que insiste en dotar de alas a los ángeles porque, como muy bien sabemos, ellos como nosotros, poseen cuatro extremidades y no pretendería nadie comparar con humildes artrópodos a los inefables ángeles.
Carl Sagan en 'El mundo y sus demonios' relata la siguiente anécdota :
'
...Amablemente los organizadores me habían enviado un chófer. -¿Le molesta que le haga una pregunta?[...] Y nos pusimos a hablar. Pero no de ciencia. Él quería hablar de los extraterrestres congelados que languidecían en una base de las fuerzas aéreas cerca de San Antonio, de 'canalización' (una manera de oír lo que hay en la mente de los muertos ... que no es mucho, por lo visto), de cristales, de las profecías de Nostradamus, de astrología, del sudario de Turín... Presentaba cada uno de estos portentosos temas con un entusiasmo lleno de optimismo. Yo me veía obligado a decepcionarle cada vez. - La prueba es insostenible - le repetía una y otra vez. Hay una explicación mucho más sencilla. [...] Mientras viajábamos bajo la lluvia me di cuenta de que el hombre estaba cada vez más taciturno. Con lo que yo le decía no sólo descartaba una doctrina falsa, sino que eliminaba una faceta preciosa de su vida anterior. Y, sin embargo, hay tantas cosas en la ciencia real, igualmente excitantes y más misteriosas, que presentan un desafío intelectual mayor... además de estar mucho más cerca de la verdad.'En cierta medida muchos de los que están fascinados por las
pseudociencias tienen ese sentido de la maravilla atrofiado por 'explicaciones' que no son tales. Podrían ser ganados muy bien para la causa de las explicaciones racionales.
Recomendaría este libro a todos los que necesiten sacudirse de ese invisible yugo de superstición.
Y, por supuesto, el buen humor de
Asimov si además quieren alegrarse a pesar de haber perdido tanto tiempo con tonterías [...]